Una buena parte de las rupturas matrimoniales suelen producirse tras el periodo vacacional. El de septiembre es uno de esos meses en que los abogados que nos dedicamos a la tramitación de divorcios solemos notar una mayor entrada de asuntos que el resto del año.
Muchas son las causas que suelen concurrir para que ello se produzca. Pero entre ellas y sin ánimo exclusivo ni excluyente, podrían destacarse las siguientes:
- Son estos meses, los de julio y agosto, en los que la pareja hace frente a una prueba de fuego: pasar las 24 horas del día juntos durante varias semanas. Ello supone una mayor necesidad de comunicación y coordinación a la que los cónyuges no suelen estar acostumbrados. Sus mayores preocupaciones el resto del año se sitúan fuera del hogar conyugal: su trabajo, la economía familiar, sus actividades profesionales o empresariales. Muchos roces y conflictos se silencian durante el invierno por las prisas, el ajetreo y las obligaciones laborales. En las vacaciones estivales el contacto diario y con amplitud de horarios, cambia de forma sustancial la forma de relacionarnos con nuestra pareja. Y esa situación debe saber gestionarse adecuadamente
- Las ocupaciones y preocupaciones que se tienen el resto del año se sustituyen en los meses vacacionales (supuesto periodo de relax), por otras derivadas como la distribuir y aprovechar el tiempo libre, organizar actividades lúdicas y de ocio, respetar la autonomía personal de cada uno de los miembros de la pareja, acostumbrados a tenerla ya de por si el resto del año, una mayor estancia y dedicación para con los hijos o con la familia de uno u otro cónyuge, las mayores atenciones y obligaciones con los animales domésticos de los que nos sentimos directamente responsables o el hecho de que las vacaciones fueron planificadas por uno sólo de los cónyuges sin consultar al otro. La suma conjunta de todas esas novedades, que en principio deberían tornarse en positivas, puede provocar en los cónyuges, a diario, enfrentamientos y discusiones.
Aunque a mi juicio existe un presupuesto previo para que se produzca el enfrentamiento y la discusión o la falta de respeto que provoca la ruptura matrimonial y en donde el periodo vacacional puede ser simplemente la escusa o la gota que colma el vaso, esto es, la previa crisis de pareja y de convivencia matrimonial, que ya venía arrastrándose desde hacía tiempo y a la que ninguno de los cónyuges quiso o se atrevió a hacer frente, pensado erróneamente que la crisis matrimonial se superaría con el transcurso y paso del tiempo o incluso que el periodo vacacional serviría para eliminar asperezas y superar las dificultades de convivencia. Cuando lo que realmente ocurre es todo lo contrario, esto es, que el problema se agrava por no haber sabido hacerle frente en el momento adecuado.
Como ha puntualizado la terapeuta de pareja Jasnagora de Benito ¿qué pasa cuando dos personas llevan meses con pensamientos negativos hacia el otro, tragándose todo lo que piensan en pos de una falsa paz? Pues que cuando ya no hay trabajo en el que refugiarse salen todas esas ideas que se han ido reprimiendo y cualquier pequeña decisión, como elegir el plan del día, se convierte en motivo para echarse cosas en cara. Por eso diría que las vacaciones son como el agua clara, que permite ver lo que hay debajo. Para las parejas que hayan trabajado en su relación son unos días de disfrute, para los que no, se pueden convertir en una auténtica pesadilla.
Debe tenerse en cuenta, como ya en más de una ocasión he tenido ocasión de expresar, que muchas parejas olvidan que el divorcio no es solo cosa de dos. Existen otros protagonistas directos de la crisis matrimonial y que se ven inmensamente afectados por la misma: los hijos. Sobre todo cuando son menores de edad. Por lo que, en caso de que finalmente la pareja tome la decisión de divorciarse, lo más razonable y beneficioso es intentar una ruptura amistosa por el bien de todo el núcleo familiar. Acudir al asesoramiento y contar con la asistencia de un abogado experto en divorcios resulta fundamental. No resulta nada aconsejable iniciar discusiones gratuitas guiados por amigos o conocidos, que han pasado por una situación de crisis o ruptura matrimonial, porque cada caso es único e irrepetible. Y un buen abogado lo que debe hacer es asesorar a la pareja y resolver su problemática, fomentando el mutuo acuerdo, tomando como base siempre el caso concreto y la atención individualizada de las personas que han acudido a su consulta. Cada caso es único e irrepetible y su solución debe ser totalmente personalizada y adaptada a la problemática que se suscita en cada crisis matrimonial. Esa ha sido siempre mi guía de trabajo y así continuará siendo en el futuro, en el convencimiento de que suele ser la que aporta a la pareja y a sus hijos el mejor resultado.
Como dijo la escritora francesa Anaïs Nin: “El amor nunca muere de muerte natural. Muere porque no sabemos reponer su fuente. Muere de ceguera, errores y traiciones. Muere de enfermedad y cicatrices; muere de cansancio”.
Si por desgracia estáis en una situación de crisis matrimonial, quedo a vuestra disposición para cuantas dudas o preguntas queráis trasladarme y para ayudaros en la tramitación de vuestro divorcio en interés de todo el núcleo familiar: los cónyuges y sus hijos.